DESPUÉS DEL SISMO (capítulo I )
La Eucaristía la celebraban de forma renovada las
comunidades del camino Neo catecumenal ,
una nueva experiencia de fe que había nacido al término de los sesenta en una localidad de España.
Es el
verano de 1987, el párroco de la parroquia nuestra Señora del Carmen, en la
comuna de Quilicura, era el padre
Gerardo Parent Dubois, un cura francés que atraído por el evangelio había
venido a nuestro país buscando la gente más pobre para vivir, junto a ellos la
fe.
Luego de
permanecer entre las aldeas en Bolivia, llegó a la Región de Temuco y desde
allí su itinerario desembocó en esta comuna.
Llevaba ya
algunos años en la parroquia, cuando sobrevino el terremoto del año 1985.
Un fuerte
sismo que al atardecer sacó de la calma a nuestro país desatando el caos y la
desesperación.
El templo
parroquial que tenía una data de más de ochenta años, no pudo resistir el
fuerte temblor, quedó muy deteriorado y
debió ser demolido para dar paso a un renovado templo de acuerdo a las normas
del Concilio vaticano II.
El nuevo
templo se construyó en forma octogonal con unas imponentes columnas y en el centro, en el atrio principal
se instaló el altar o la mesa de la Eucaristía.
En el lugar
desde donde se preside la asamblea, quedó un amplio muro de color blanco donde
el arquitecto diseñó algo así como un rectángulo dividido en dos partes
simétricas, aproximadamente unos diez metros.
El templo
tenía una cierta majestuosidad en su construcción sin embargo la excesiva
presencia de cemento no permitía que se produjera la intimidad, lo esencial
para el encuentro de los fieles con la divinidad.
El templo
era por tanto algo frío y muy distante.
El templo
anterior era una vieja construcción de adobes con el típico campanario al
costado derecho. Su capacidad no era para más de doscientas cincuenta personas.
En mi mente
yo manejaba ya la idea de cambiar aquello y una serie de imágenes y colores se
agolpaban a mi mente cada vez que miraba ese rectángulo blanco.
Por
entonces concebía un espacio celeste donde se movía el manto de la virgen María
y comunicaba la tierra con el infinito cielo azul.
Yo
pertenecía a la comunidad del camino neocatecumenal. Nosotros celebrábamos cada
sábado la Eucaristía ,
porque precisamente el templo fue concebido de acuerdo a la estructura de una
asamblea participativa.
Desde el
fondo, se presidía la celebración en un nivel algo más alto que el resto de la
superficie del templo. Era como explicábamos a la gente “la cabeza visible del
cuerpo de la Iglesia ”.
Desde la
presidencia se pasaba al atril o ambón de la palabra que se alzaba como la “boca”
de este cuerpo místico, desde allí surgía la palabra y se proclamaban las
lecturas.
Y viniendo
hacia la entrada principal estaba la “mesa del banquete”, rodeada de una
asamblea circular en gradas en diferentes alturas.
A escasos
metros de la mesa hacia la entrada principal se había construido una pila
bautismal con siete gradas de descendimiento que la describíamos como el
vientre, como el “útero de la
Iglesia ”, donde se da a luz a los nuevos cristianos.
En el
centro de la asamblea estaba pues la mesa del banquete, era una mesa de madera
con unos hermosos diseños labrados de las especies de la eucaristía, el pan el
trigo, la uva y el vino. El carpintero captó la esencia del modelo que yo le
había entregado.
Desde
cualquier lugar de la asamblea se conectaba con la presidencia y desde la
presidencia se podía observar la presencia de un pueblo, de una asamblea.
Cada día
sábado nos reuníamos allí un grupo no superior a las sesenta personas.
Una noche
al término de la Eucaristía
conversé a solas con el párroco.
En
Quilicura las primeras experiencias de este camino renovado de la liturgia se
iniciaron en 1979 y desde entonces era casi normal la celebración de la Eucaristía los días
sábados por la tarde.